miércoles, 12 de marzo de 2014

Autoestima del trabajador Vs autoestima del cliente

La imagen de una empresa es fiel reflejo de su potencial o es, al menos, la primera impresión hacia sus clientes. Las acciones y actitudes de los individuos que forman las empresas repercuten tanto en los bienes como en los servicios que ofrecen. Asimismo, el cliente busca consciente o inconscientemente un referente imaginado que se identifique con el suyo. Entonces ¿hay una relación directa entre la actitud de los trabajadores y los clientes?, ¿pueden influir las limitaciones autoimpuestas de un empleado en la imagen que persigue el cliente de sí mismo?

En el texto “El punto de partida”, nos da una serie de pautas o consejos a la hora de enfrentarse a los obstáculos institucionales y personales. Uno de ellos es el de aceptar nuestras limitaciones. Esto actitud supone una lucha contra el propio ego, pero también  un obstáculo para el progreso. Las limitaciones, en mi opinión, son barreras físicas como las materiales o de tiempo. En cambio, el aceptar que los individuos son limitados en cuanto a sus capacidades a mi parecer es un error. Una persona puede ser buena con los números y floja con la comprensión de textos, ágil redactando y no tan diestra en la resolución de problemas espaciales, pero sí es capaz de realizar todas estas tareas y adquirir los conocimientos para llevarlas a cabo. En la materialización de acciones o retos, el objetivo es hacerlos y obtener las recompensas de ello, no compararse con el resto o esperar reconocimiento. La línea que separa esta actitud con la presencia del ego es muy delgada y, por lo tanto, difícil de separar. No obstante, el beneficio de unas acciones transgresoras y progresistas, sea cual sea el motor que las origine, es un beneficio para todos.

Por otro lado, una autoestima alta entre los componentes de una empresa, provoca además una identificación grupal y un escudo contra la alienación.  La realización de los individuos no solo va unida a la productividad, sino a la calidad y el significado de la vida, características que se ven reflejadas en la imagen de la empresa. Estas sensaciones son percibidas en el cliente, el cual no solo busca un producto o un servicio sino una sintonía entre lo que adquiere y lo que realmente piensa de sí mismo o le gustaría pensar. Para ello, el trato con alguien que ofrece algo que ha sido producido con el máximo esfuerzo, que ha sido elaborado con los mayores conocimientos disponibles y que es fruto del entusiasmo y la creencia en las ilimitadas posibilidades de sus capacidades; hace que el cliente vea en ello muchas características que le gustaría para sí mismo y, con ello, su inevitable identificación y fidelización .

¿Somos capaces de todo? Seguramente no, pero el creer que sí es el motor del progreso, y esa actitud e imagen es atractivo tanto para el trabajador como para el cliente que quiere ver esa imagen reflejada en su persona.


¿Sería la sociedad actual como es sí hubiéramos aceptado nuestras limitaciones?

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